


Tuve la suerte de hablar con él fugazmente en Barcelona, hace dos años, el día de su cumpleaños. Le dije que era admirador de su obra desde pequeño y le di mi tarjeta. Tras mirarla me preguntó cómo estaba hecho el dibujo que aparecía en ella, que pareció gustarle. Me costó mucho dar el paso de acercarme a hablar con él, pero si no lo hubiera hecho me habría arrepentido para siempre. Ahora se que no hubiera tenido otra oportunidad.
En estos momentos estoy acabando una novela gráfica, con evidentes influencias suyas. He fantaseado varias veces con el hecho de volvérmelo a encontrar y podérsela dar en mano, ya editada. Que él se la leyera o al menos la ojeara. Seguramente mi intención subconsciente era la de buscar la aprobación de, no ya una figura mítica de la BD, si no de un autor cuya obra me ha acompañado íntimamente durante toda mi vida.
Desde pequeño he estado rodeado de cómics, ya que mis padres eran lectores. Entre ellos ocupaba un lugar importante Blueberry de Jean Giraud, pero también había algún número de TOTEM y CIMOC que a mi me atraían mucho más, quizá por su aspecto más adulto, como prohibido para un niño tan pequeño. En sus páginas destacaba Moebius.
Con el tiempo, entre libros regalados y mis propias búsquedas conseguí hacerme con todo lo que podía encontrarse de él. Para cuando llegaron las reediciones yo ya había pasado ingentes horas de mi vida perdido entre sus trazos. Independientemente de cambios de gusto pasajeros o la emoción de nuevos descubrimientos, Moebius ha sido una constante inspiración.
Y lo seguirá siendo.
D.E.P.